domingo, 2 de octubre de 2016

OCTUBRE ... otoño

Otoño, octubre la piel que se agrieta y cambia de color, así es la tierra.
Se han ido los días de Agosto, con el calor y las notas y acontecimientos sombríos...se fue septiembre en que los días se alargan...
Decido salir a  caminar sin rumbo, sin un propósito. Hay días en que me duele el cuerpo y el alma, necesito volverme a encontrar conmigo misma y lo encuentro es este espacio cercano al mar, en medio de mi duelo por momentos perdidos que viví y algunos que no, y estoy llorando a Maita...
Es posible que en mi dolor y en querer aferrarme a ella, está tan cercano su viaje del 12 Agosto, impide que repose su alma. Miro el infinito y evoco recuerdos olvidados, desde hace ya mucho tiempo, sentimientos de infancia y de familia.
Mi madre y las mujeres de su generación, sufrieron en silencio, a veces me aterra ese silencio y ese miedo...
Siento rabia y quiero romper ese miedo, me voy a ver el mar y sentir su paz, su sonido...
 
 
 






 
Aceptar que las cosas nunca van a volver a ser como eran...ni como ella deseaba.
Pero su imagen, su corazón y su alma está en este espacio que camino y su rostro me acompaña, con todo el amor que sabía dar a su manera, con su generosidad...
A mí que me dio su fuerza, su aliento, su fe y sus palabras, su complicidad para contarme lo que le advertía la vida en su soledad  a medida que pasaban los años...lo que le hacía sufrir la distancia de sus hijos...y lo mucho que se aferraba a sus viajes porque ella era una guerrera y no le temía ni a los vuelos de casi 20 horas desde que salía de nuestra Mérida, para llegar a España o a Curazao en que su viaje era más corto pero siempre la ilusión de ver y compartir con sus hijos...
Porque ella si sabía lo que era COMPARTIR, conocer las tristezas y alegrías de todos sus hijos, y siempre comentaba yo me doy cuenta de todo, nada se me pasa de lado...
Fue conmigo y con Marian muy especial, en su afecto y sentimiento, en su generosidad, sé las razones porque las conversamos muchas veces y me siento orgullosa de que haya sido así ...
La quisimos demasiado Marian y yo y ese amor fue recíproco para nosotras, nunca sé lo que es mucho, poco o demasiado...
Nunca supe medir el afecto, pero lo sentí en toda su inmensidad en la distancia...a medida que crecía mi hija y comparaba mi vida con la suya atendiendo a 7 hijos, así como el mar  que me da tanta paz y que nos mantenía siempre con la ilusión de su próximo viaje, desde que vivimos acá y ella fue inmensamente feliz cada vez que venia a pasar todos los años, largos meses con todos...
 
Gracias Maita querida por todo lo que nos diste siempre...sin esperar nada a cambio, tu corazón siempre se llenó con tan poca cosa...y estarás en el nuestro siempre.